De El Fantasma de la Ópera a The Mayhem Ball: Lady Gaga y la ópera del caos

Del teatro musical al pop litúrgico. Analizamos cómo grandes iconos están reescribiendo el imaginario clásico desde la cultura contemporánea.

 

Lady Gaga durante The Mayhem Ball Tour, mostrando la teatralidad y el dramatismo de su puesta en escena. Crédito: Lady Gaga Now

 

La herencia operística en el pop de Lady Gaga

The Mayhem Ball Tour, la última gira de Lady Gaga (2025–2026), reinterpreta las profundidades del espectáculo pop desde una concepción abiertamente operística. Concebido como una liturgia del exceso, el show se estructura en cuatro actos y un final—Of Velvet and Vice, And She Fell into a Gothic Dream, The Beautiful Nightmare That Knows Her Name, Every Chessboard Has Two Queens y  Eternal Aria of the Monster Heart—, con un encore que cierra con broche de oro toda la experiencia: How Bad Do U Want Me.

La artista y su equipo —Michael Polansky, Ben Dalgleish, Parris Goebel— han concebido un montaje que devuelve al pop su raíz teatral. El escenario, una estructura monumental a medio camino entre un coliseo y una casa de ópera, actúa como un organismo vivo que atraviesa las mismas transformaciones que la historia que narra.

 

Crédito: Lady Gaga Now

 

Más allá de desplegar su repertorio de éxitos, Gaga propone un viaje emocional y visual que recorre la oscuridad, la dualidad y el renacimiento. La puesta en escena encarna una narración simbólica sobre la identidad, con veintidós bailarines, una banda y un diseño escénico que alterna el exceso barroco con la pureza minimalista. Como en toda ópera, hay un conflicto que, lejos de resolverse, se sublima y se dramatiza magnánimamente.

 

La dimensión performativa del pop

Hay una herencia operística clara que se revela en cada detalle: la imaginería religiosa, la coreografía teatral, la espectacularidad de la dramatización. Wagner concebía la «obra de arte total» —Gesamtkunstwerk—, como la combinación de varias formas de arte (música, libreto, escenografía, iluminación, etc.) en un único producto artístico. The Mayhem Ball encarna ese concepto en su máxima expresión.

 

Crédito: Lady Gaga Now

 

Gaga reivindica un aspecto central del pop a menudo olvidado: su dimensión performativa. Aunque siempre ha sido un producto comercial y masivo, el pop ha dependido históricamente del performance para construir significado y generar emoción: desde Elvis y Madonna hasta Beyoncé, el lenguaje corporal, la coreografía y la puesta en escena han sido instrumentos estratégicos para comunicar narrativa, identidad y poder simbólico. The Mayhem Ball amplifica esta tradición, reformulando el espectáculo como una experiencia inmersiva que retoma la teatralidad de la ópera para traducirla en un lenguaje contemporáneo sobre el caos, la dualidad y la reinvención.

 

Un guiño a lo clásico. El Fantasma de la Ópera desde el pop

El clímax del cuarto acto del show llega con Shallow, y con él, la evidencia más explícita del diálogo entre Gaga y la tradición operística. Se habla de la oposición en escena entre dos versiones de la artista —una que representa su lado puro y claro y otra, que encarna el oscuro—, en este punto del show, ambas se enfrentan bajo una lluvia de luces antes de tomarse de las manos, en símbolo de coexistencia armónica, para subir a una barca iluminada que se desplaza lentamente por la pasarela en forma de río. La referencia es inconfundible: la icónica escena de El Fantasma de la Ópera, recontextualizado dentro del universo pop.

 

Crédito: Lady Gaga Now

 

Sin embargo, la importancia del acto no reside solo en el guiño visual. A diferencia de la obra de Lloyd Webber, donde el bote simboliza la tensión entre deseo y peligro, en The Mayhem Ball se convierte en un dispositivo narrativo que articula la introspección y la dualidad de la artista. Contrario a la ópera, aquí el monstruo y la musa son la misma persona, y la narrativa se desarrolla en términos de identidad y reconciliación interna más que de romance externo.

Esta apropiación del mito revela la estrategia de Gaga como productora de performance: toma referentes del teatro musical y los reconfigura para que funcionen como estructuras de significado en el pop contemporáneo. La escena de la barca es esencialmente conceptual: condensa en un gesto la tensión entre lo clásico y lo moderno, entre la teatralidad y la música de masas.

 

Lady Gaga en el Mayhem Ball Tour. Crédito: Samir Hussein / Getty Images

 

Andrew Lloyd Webber lo reconoció con ironía y admiración tras verla en directo:

Me encantó el concierto de Lady Gaga (…) Me alegró mucho ver una casa de ópera en el escenario, y aún más ver una barca con ella dentro siendo remada a través del gran auditorio. Me recordó a algo en lo que quizá tuve un pequeño papel.

La declaración de Webber funciona, en efecto, como una aprobación implícita de la reinscripción de la ópera en un contexto contemporáneo, y al mismo tiempo, como una reconciliación simbólica entre el teatro musical y la cultura pop.

 

Crédito: Lady Gaga Now

 

El regreso de lo clásico al pop contemporáneo

El éxito de The Mayhem Ball no puede entenderse solo como un fenómeno musical. Forma parte de una tendencia más amplia: la relectura contemporánea de los clásicos.

La cultura popular vive una fase de reencantamiento. Después de décadas de ironía posmoderna y consumo acelerado, las nuevas narrativas vuelven a mirar hacia lo arquetípico: los mitos, las estructuras clásicas del drama y la estética del exceso.

 

Crédito: Lady Gaga Now

 

Ya sea desde la nostalgia o desde una estrategia de reciclaje creativo, el retorno a los referentes clásicos se ha convertido en una forma legítima de innovación. Pero la pregunta persiste: ¿hasta qué punto es realmente nuevo? En el fondo, devolver la mirada al pasado siempre ha sido el gesto más elemental del proceso creativo; la diferencia es que hoy esa apropiación consciente de lo anterior se exhibe sin pudor y se convierte en parte del discurso estético.

No es una coincidencia. En los últimos años, una corriente silenciosa ha devuelto al pop su vocación escénica y casi litúrgica. En lugar de oponerse a lo clásico, muchos artistas están volviendo a dialogar con él desde la tecnología, la ironía o la espiritualidad. Rosalía, por ejemplo, lo explora en LUX: un proyecto donde el imaginario operístico se transforma en un edificio sonoro de lo más potente, y la voz se convierte en materia prima para construir un ritual contemporáneo. Se crea un espacio donde pululan la solemnidad de un oratorio y la precisión de un sintetizador.

Dua Lipa, en cambio, se aproxima desde el terreno de la interpretación y la escenografía. En An Evening with Dua Lipa, recontextualiza su repertorio pop junto a una orquesta sinfónica en el Royal Albert Hall, trazando un puente directo entre el formato del concierto popular y la estructura del recital clásico. En su propuesta, la coreografía, la iluminación y el tempo orquestal funcionan como parte de una misma dramaturgia sonora, devolviendo al pop su sentido original de espectáculo total.

 

Crédito: Lady Gaga Now

 

Tanto Gaga, como Rosalía y Dua Lipa, parecen querer rescatar el dramatismo del arte clásico como respuesta orgánica al progresivo vaciamiento de misterio en la música contemporánea. La primera lo hace desde la teatralidad y el cuerpo; la segunda, desde la experimentación y el silencio; la tercera, desde la composición escénica y la contención.

Lo cierto es que, una vez superada la nostalgia, lo que subyace es una búsqueda de conexión auténtica a través de lo profundo. La cultura pop contemporánea, marcada por la inmediatez y el consumo acelerado, parece experimentar un pequeño resquebrajamiento de su lógica habitual cuando grandes iconos reinterpretan su arte desde territorios emocionalmente más complejos.

En Gaga, Rosalía o Dua Lipa hay un intento de resignificar lo clásico, transformando el espectáculo y la canción en experiencias que requieren atención, contemplación y complicidad. En ese gesto se rescata un mensaje contundente: la música sigue siendo capaz de construir narrativa y de sostener una intensidad emocional que, hasta hace poco, parecía reservada exclusivamente a los grandes escenarios del teatro y la ópera.

 

Por La Pluma de LETSGO, Claudia Pérez Carbonell, a 13 de noviembre de 2025

 

 

 

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