El lado festivo de lo oscuro

Cómo la cultura contemporánea resignifica la oscuridad: de espacio de miedo y misterio a escenario compartido de celebración, estética y experiencias colectivas.

 

Diccionario y cultura: la construcción de la oscuridad

Las diez acepciones que el Diccionario de la lengua española recoge para «oscuro» trazan un campo semántico inequívoco. Se desarrolla una percepción de lo oscuro como falta de luz, confusión, incertidumbre, tristeza o irrelevancia. En todas ellas aparece una misma idea de carencia o amenaza. El idioma fija así una relación directa entre oscuridad y problema, y respalda una percepción cultural que durante siglos ha situado lo oscuro fuera de cualquier noción de celebración.

No es un detalle menor. El lenguaje no solo describe la realidad, también ordena jerarquías de significado. Y en ese orden, lo oscuro queda sistemáticamente asociado a lo que debe aclararse, corregirse o superarse.

Resulta significativo que entre todas esas definiciones no haya rastro de lo festivo, lo lúdico o lo compartido. Entonces, ¿por qué nos cuesta pensar lo oscuro como festividad?

 

Escena de Houdiini – Un musical mágico. Foto: LETSGO

 

La construcción cultural del miedo y la noche

Si bien es cierto que tradicionalmente la celebración ha estado vinculada a la luz, la visibilidad y la exposición, hoy en día pueden estar cambiando los contextos en los que, como sociedad, encontramos o redescubrimos lo festivo.

Hay una forma común de entender la fiesta, donde celebrar implica mostrarse, ocupar el espacio, hacer ruido. Lo oscuro, en cambio, queda del lado de lo marginal, lo sospechoso o lo inacabado.

Esta separación no responde tanto a una incompatibilidad real como a una construcción cultural persistente. La noche y la penumbra se narraron durante mucho tiempo como territorios del riesgo, no del encuentro. De ahí que lo festivo haya preferido históricamente escenarios iluminados y controlables.

De hecho, no es casual que algunos sinónimos de «oscuro» remitan directamente a lo turbio o lo ilícito. La cultura ha vinculado durante mucho tiempo la noche con la desconfianza, y cualquier forma de celebración en ese espacio heredó parte de ese recelo.

 

Escena de El Fantasma de la Ópera. Foto: LETSGO

 

Religión y mitología: la oscuridad como oposición

Desde los relatos de creación hasta la literatura religiosa, la oscuridad ha sido históricamente presentada como contrapunto de la luz. En el Génesis, Dios «separa la luz de las tinieblas» en el Primer Día; la luz se asocia a verdad y virtud, la oscuridad al pecado y al Diablo. Pintores como Rembrandt reforzaron esta narrativa, mostrando la luz divina iluminando un mundo que, de otro modo, estaría en sombra.

En mitologías clásicas, el inframundo (Hades, Tártaro) se concebía como un espacio de oscuridad, en contraste con los cielos luminosos de los dioses. La tradición cristiana retoma esta geografía simbólica: el cielo como reino de luz frente al infierno oscuro, los ángeles caídos frente a los no caídos. Paralelamente, en la literatura islámica, Illiyin representa el lugar más alto y de descanso para las almas buenas, mientras Sijjin funciona como inframundo. Día y noche se personifican en diversas culturas, desde Dagr y Nótt en la nórdica hasta Hemera y Nyx en la griega, mientras que filosofías como el yin y yang reflejan la dualidad luz/oscuridad como equilibrio simbólico.

No sorprende que esta herencia simbólica haya condicionado durante siglos nuestra percepción de la oscuridad como espacio de peligro, desconocimiento o transgresión. Incluso cuando no se trata de moralidad, la oscuridad se vinculó con lo incierto, lo secreto y lo fuera de alcance.

 

La transición hacia la cultura contemporánea

Aun así, en los últimos años, la cultura popular ha empezado a tratar la oscuridad de otra manera. Nos hemos ido desligando del sentido de amenaza y miedo para acercarnos al silencio y el reencuentro. No se trata de eliminar lo oscuro, sino de hacerlo habitable.

Este desplazamiento resulta especialmente visible en experiencias colectivas que apelan a la noche sin convertirla en susto. La celebración ya no pasa necesariamente por iluminarlo todo, sino por diseñar la experiencia dentro de la penumbra.

Experiencias como recorridos de noche, light trails —instalaciones luminosas que se despliegan en entornos oscuros—, visitas nocturnas a museos, celebraciones estilizadas de Halloween o fenómenos culturales como Wednesday muestran que la oscuridad puede ser compartida, apreciada y celebrada.

En otras palabras, mientras la historia simbólica vinculó oscuridad con amenaza, la práctica contemporánea demuestra que lo oscuro también puede ofrecer otra forma de participación.

 

Escena de Cabaret. Foto: LETSGO

 

Experiencias nocturnas: luz, oscuridad y participación

Los light trails y recorridos nocturnos van un paso más allá. No iluminan para borrar la noche, sino para recorrerla. La oscuridad se convierte en el lienzo sobre el que se construye una experiencia pausada y sensorial.

La Navidad es, por excelencia, el ejemplo perfecto de cómo la oscuridad puede convertirse en escenario festivo. Las calles iluminadas, los mercados nocturnos, las ventanas y los árboles decorados se refugian en la noche para intensificar la experiencia. El contraste crea un espacio compartido donde la celebración se siente más íntima y, al mismo tiempo, colectiva.

Algo similar ocurre con la transformación contemporánea de Halloween. Más que una noche de miedo, funciona hoy como un carnaval estilizado donde lo extraño se normaliza y se celebra. El terror se diluye entre estética, ironía y referencias culturales.

Lo oscuro deja de ser intimidante cuando se vuelve repetible, reconocible y, sobre todo, compartido. La fiesta no está en el tono, sino en la participación.

 

Imagen de la producción Naturaleza Encendida (edición Madrid 2024). Foto: LETSGO

 

Lo oscuro como espacio de sofisticación

En el ámbito del espectáculo, la oscuridad ha sido utilizada históricamente como recurso creativo y narrativo. Musicales como El Fantasma de la Ópera, Houdini o Cabaret juegan con ella para marcar atmósferas de misterio, dramatismo y tensión.

Experiencias inmersivas y producciones como The Nightmare Before Christmas: Light Trail y Naturaleza Encendida recurren a la penumbra no para desorientar, sino para agudizar los sentidos y concentrar la atención.

 

Imagen de Vivid Sydney Harbour. Fuente: Vivid Sydney.

 

En festivales de arte nocturno, instalaciones como Llum BCN, Festival of Lights en Berlín o Vivid Sydney en Australia, transforman espacios urbanos en lienzos de luz y sombra. Incluso conciertos y espectáculos de danza contemporánea han explorado la noche para generar intimidad y sorpresa.

Hay algo significativo en esta elección. Lo oscuro no busca ocultar, sino intensificar la percepción y hacerla memorable. La fiesta se vuelve más precisa y consciente.

 

Imagen de Desiderium en Llum BCN. Fuente: Llum BCN

Por qué nos atrae esta forma de celebración

La fascinación contemporánea por la oscuridad responde a un contexto saturado de estímulos, luz y exceso de información. Frente a esa sobreexposición, la penumbra ofrece algo que la luz no: pausa, ambigüedad y margen de interpretación. Celebrar en la oscuridad significa elegir otro ritmo, otro enfoque: estar sin tener que explicarlo todo, participar sin exponerse por completo, compartir sin estridencia.

Lo oscuro se convierte en un terreno fértil para la creatividad y la fiesta moderna. Desde el gótico refinado hasta las experiencias inmersivas más accesibles, la penumbra permite una forma de celebración más íntima, reflexiva y colectiva a la vez. Paradójicamente, ese espacio históricamente marcado por el miedo y la sospecha se ha transformado en escenario de comunidad, juego y disfrute.

 

 

Los límites de la celebración oscura

Conviene, sin embargo, introducir un matiz. La oscuridad que hoy celebramos no es la misma que durante siglos generó temor o rechazo. Se trata de una oscuridad programada, segura y estéticamente controlada. Las diferentes formas de espectáculo que hemos mencionado se alejan de la noche como territorio incierto y la pretenden como escenario diseñado. Lo oscuro se vuelve aceptable cuando deja de ser imprevisible. La pregunta que queda abierta es si esta reapropiación amplía realmente el significado de la oscuridad o si, por el contrario, la reduce a una superficie estética, atractiva y consumible.

 

Por La Pluma de LETSGO, Claudia Pérez Carbonell, a 18 de diciembre de 2025

 

 

 

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Blog dirigido por Ana Maria Voicu, Directora Creativa de LETSGO