Cabaret. Redefinir un clásico desde el vestuario

A partir de una conversación exclusiva con los responsables de escenografía y vestuario, exploramos cómo se actualiza Cabaret sin perder su esencia: una obra que sigue cuestionando la historia, el género y la libertad.

 

80 looks, 400 piezas, cuero, látex, pedrería… ¿es esta la idea de vestuario que tenemos de uno de los clásicos del teatro musical?

El ensemble durante el número de apertura, en el escenario transformado en club inmersivo.

Encontrar la armonía entre el respeto al clásico y su reinterpretación para nuevas generaciones, de modo que siga hablando de los tiempos en los que se representa, puede resultar complicado e incluso generar cierto sentimiento de culpa. Autores de la teoría literaria y cultural como Terry Eagleton (1983) y Harold Bloom (1973) defendieron la renovación de los cánones sin que ello signifique una profanación de lo sagrado.

La percepción de la herencia cultural como intocable puede extrapolarse a casi todos los ámbitos de la vida humana. Pero en temas culturales, el cuestionamiento y las relecturas son esenciales para mantener viva una obra. Un clásico se mantiene relevante cuando se adapta al lenguaje de su público contemporáneo sin perder su núcleo. Simon Callow (2010) reflexiona sobre la necesidad de reinterpretar obras clásicas para preservar su vigencia escénica, y cómo cambios en escenografía y vestuario pueden «resucitar» una obra sin alterar su texto original.

Coreografía grupal. Vestuario que representa la parte más real de la historia.

Cabaret 2025: relectura y riesgo

El nuevo Cabaret, actualmente en el UMusic Hotel, surge del estudio exhaustivo de las numerosas versiones anteriores y de un planteamiento renovador, especialmente en escenografía y vestuario. La propuesta principal: un no-escenario que redefine la relación entre público y performers.

 

Sally Bowles (interpretada por Amanda Digón) en el número Don’t Tell Mama.

 

¿Cómo se plantea un no-escenario y cómo marca esta condición el diseño de vestuario?

Al respecto, Felype de Lima, responsable de escenografía y vestuario, menciona:

En versiones anteriores, el club era un escenario frente al público; luego, se introdujo un provocador que acercaba más la acción; y en las últimas producciones de Estados Unidos e Inglaterra, el público rodeaba un escenario circular. En esta versión lo hemos transformado por completo: eliminamos el escenario y adoptamos el formato de club, de modo que el espectador realmente sienta que está dentro del Kit Kat Klub.

Un cabaret no tiene la misma estructura que un teatro a la italiana. El público está muy cerca, puede juzgar el vestuario desde centímetros, sentir el sudor y escuchar las voces junto a los artistas. Eso nos obligó a una calidad altísima: tejidos, puntadas, acabados.

Remedios Gómez, encargada de vestuario, añade:

En teatro solemos hablar del “efecto cinco metros”: no baja la calidad, pero permite ciertas licencias. Aquí, en Cabaret, no hay trampa ni cartón.

 

Vestuario de Sally Bowles y el ensemble, donde predominan el cuero, el látex y los detalles metalizados.

 

Dos mundos, un vestuario

El vestuario de Cabaret funciona como puente entre dos realidades. Por un lado, está el Berlín previo al nazismo, la parte más real, histórica y visceral de la trama. Aquí encontramos personajes como Fräulein Schneider con sus rulos, Herr Schultz repartiendo piñas y naranjas, Clifford buscando inspiración como escritor bohemio… La humanidad de estos personajes está reflejada en cómo visten.

 

Vestuario de Fräulein Schneider y Herr Schultz, con tejidos y colores que reflejan el realismo cotidiano.

 

 

Por otro lado, nos encontramos el Kit Kat Klub, un espacio también real pero que coquetea con lo utópico, la libertad, el deseo, el espectáculo vivo. Aquí es donde el equipo ha podido introducir los elementos más modernos en cuanto a vestuario, produciendo un lenguaje que convierte los materiales y los diseños en símbolos de audacia, modernidad y control del propio cuerpo.

En el Kit Kat Klub buscamos una fusión entre lo clásico y lo contemporáneo. Hoy el público joven quizá no se interese por una historia de la Segunda Guerra Mundial, pero sí por una versión con guiños actuales. Por eso mezclamos diseños historicistas con materiales modernos —cuero, látex, arneses, pedrería—, que aportan modernidad sin romper la esencia clásica. Es nuestra forma de reconstruir el clásico.

 

El Emcee y ensemble. Vestuario inspirado en las siluetas clásicas de los años 30 con materiales actuales.

 

Ese diálogo constante entre lo histórico y lo contemporáneo se traduce en una fusión visual: siluetas de los años 30 reinterpretadas con materiales modernos, toques de pedrería y detalles que buscan la empatía del público de hoy.

 

Evolución de personajes y narrativa visual

En Cabaret, la evolución del vestuario no es solo estética, sino que acompaña la narrativa en todo momento. Los personajes comienzan con tonos piel y nudes, una paleta que transmite vulnerabilidad y cercanía. A medida que avanza la obra, los trajes se oscurecen, aparecen tonos negros y materiales más intensos, hasta llegar al final, donde el club ya no es refugio, sino una metáfora de la exposición y la pérdida de luz e identidad.

 

Sally Bowles en el número Cabaret.

 

En ese tramo final se produce un impacto visual y emocional reflejado en vestuario y escenografía: aparece un “no lugar”, una especie de cárcel o cámara de gas, un espacio en el que los personajes quedan desnudos, no solo físicamente, sino socialmente. Y eso se ve en lo que llevan puesto… o en lo que ya no llevan, —explica Felype—.

 

Diseño de vestuario del Emcee durante Wilkommen.

 

Marcando distancia de otras lecturas del musical —que han apostado por estéticas circenses, afrancesadas o incluso excesivamente decadentes—, esta nueva producción busca acercar la obra a la actualidad, también a través del diseño de cada vestuario.

 

Diseño digital de los figurines del ensemble, con variaciones de color y silueta según el número musical.

 

El Emcee y la androginia como lenguaje escénico

Personajes como el Emcee resultan particularmente interesantes en aspectos estéticos y conceptuales. Al respecto comenta Felype de Lima:

El Emcee es, por naturaleza, un personaje andrógino, con una ambigüedad fascinante. En nuestro caso lo interpreta una mujer, y no queríamos tratarlo como un personaje masculino, sino explorar su masculinidad desde lo femenino. Me gusta el concepto clásico del freak show, el ser mitad hombre, mitad mujer, esto lo exploramos en uno de los cambios. Lo reinterpretamos de forma diagonal: la mitad inferior es femenina y la superior, masculina.
Esa dualidad entre lo masculino y lo femenino, lo correcto e incorrecto, es algo que nuestra sociedad sigue cuestionándose hoy. Pero ya sucedía entonces: desde Coco Chanel introduciendo el pantalón femenino hasta Marlene Dietrich, que en el Berlín de los años 30 jugaba con la androginia y el esmoquin en el cine negro. Es curioso cómo ese debate vuelve a ser actual.

 

Figurines digitales. El tercero de izq. a dcha. es el frac híbrido del Emcee. La prenda combina una mitad superior masculina y una inferior femenina, reflejando la dualidad de género que atraviesa el personaje.

 

Diseñar el vestuario del Emcee ha supuesto retos logísticos por su complejidad. Una de sus prendas es un homenaje a Marlene Dietrich: un abrigo de pelo blanco, enorme e icónico. Ha sido una pieza muy laboriosa de construir, con muchas horas de trabajo, al igual que otro tipo de prendas técnicas, como el frac a media altura que refleja la ambigüedad de su naturaleza.

 

El Emcee durante una de las escenas del Kit Kat Klub, con el frac híbrido que fusiona elementos masculinos y femeninos.

 

Así, el vestuario funciona como narrador silencioso: acompaña la historia, refleja la evolución de los personajes, amplifica la tensión dramática y permite que la audiencia experimente la emoción de cada escena desde dentro del club.

 

Tensiones universales: lo clásico, lo moderno y la libertad

Sin duda, existe un marco histórico que condiciona lo que sucede en Cabaret. Sin embargo, esta producción de LETSGO rescata tensiones que siguen siendo universales. La dualidad de género del Emcee cuestiona, una vez más, los límites entre lo masculino y lo femenino, y obliga a preguntarse si ciertas oposiciones son realmente tensiones o construcciones sociales tan arraigadas que resulta difícil deconstruirlas.

 

Diseño digital de los figurines del ensemble, con variaciones de color y silueta según el número musical.

 

De manera paralela, el musical enfrenta lo clásico con lo moderno: la narrativa y el guion respetan el texto original, pero el vestuario, la escenografía y la puesta en escena dialogan con referencias contemporáneas, demostrando que un clásico puede actualizarse sin perder su identidad.

También se juega con la oposición entre lo real y lo metafórico: el Berlín cotidiano de los personajes contrasta con la libertad exagerada y simbólica del Kit Kat Klub, generando un espacio donde la ficción se convierte en espejo de la sociedad. Y, finalmente, la tensión entre libertad y represión atraviesa toda la obra: lo que ocurre dentro del club es un refugio que, al final, también puede ser arrebatado, recordando al espectador la fragilidad de la autonomía frente a los poderes externos.

El resultado es un Cabaret que habla de su tiempo y del nuestro a la vez: un clásico que se reinventa y obliga a cuestionar las grandes tensiones humanas que siguen vigentes.

 

 

Por La Pluma de LETSGO, Claudia Pérez Carbonell, a 22 de octubre de 2025

 

 

 

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