De teatro a club. El equipo creativo de Cabaret nos cuenta cómo se ha reinventado el espacio escénico: inspiraciones, detalles técnicos y diseño escenográfico.
(Re)definiendo Cabaret
Pensemos por un momento cómo se definiría un cabaret, en su sentido más académico y racional. La Real Academia Española (RAE) lo describe como: ‘local de diversión nocturna en el que se ofrecen espectáculos’.
Aunque la acepción es acertada en términos clásicos, ¿sigue siendo válida para el espacio que estamos construyendo desde LETSGO? Probemos a diseccionarla en sus tres partes clave.
Sí, es un local —en su sentido más amplio— porque en realidad es un teatro deconstruido en club. Pero también lo es en un sentido más clandestino. LETSGO tiene una sólida y exitosa trayectoria en la creación de sitios clandestinos: Medias Puri, Uñas Chung Lee, Tacones Manoli… Como bien matiza Felype de Lima —responsable de vestuario y escenografía—:
Esa estética de lo oculto, lo inesperado, nos resulta muy cercana.
Cabaret, entonces, será un local clandestino:
La idea es que el público llegue sin saber exactamente por dónde se accede, que viva una experiencia previa que ya genera ese clima de misterio. Una vez dentro, se encuentra un espacio que ha cambiado por completo su configuración habitual. Todo —la escenografía, los colores, el vestuario, la iluminación— contribuye a crear ese concepto de lo clandestino, de lo exclusivo, de lo irrepetible.
Pasemos al matiz de ‘diversión nocturna’… y al famoso ‘en el que se ofrecen espectáculos’. Sí, habrá diversión, con ambientación nocturna —no podía ser de otra manera—, pero subvertiremos ese final de la definición, que implica un espectador pasivo.
Aquí, el espectáculo será de todo menos contemplativo.
La propuesta escénica rompe la cuarta pared de raíz. El escenario como tal deja de existir: lo ocupa el público. Y los actores se mezclan con ellos. Todo está pensado para eliminar esa distancia emocional y física. Para que el público no solo mire: para que viva Cabaret desde dentro.
El nuevo espectador
Este nuevo acercamiento en la relación escenario-espectador no ha sido fortuito. Es el resultado de la evolución orgánica de un espectáculo como Cabaret. El equipo detrás de la escenografía —Felype de Lima y Paloma Correa— se ha encargado de estudiar a fondo las distintas versiones que se han hecho de la obra a lo largo del tiempo. De esa investigación ha nacido una experiencia única, tanto para el espectador como para los actores. Al respecto menciona Felype de Lima:
Pasamos de un escenario a la italiana —con la clásica separación entre escenario y público—, a una configuración provocadora, hasta llegar al escenario circular a dos bandas, presente en las últimas producciones de Inglaterra y Estados Unidos. Aquí hemos querido ir más allá: borrar esa barrera, destruir la cuarta pared y hacer que el público entre literalmente en escena. Todo el teatro se convierte en el Kit Kat Klub, y los actores se mueven entre los espectadores. Es, sin duda, la propuesta más interesante que hemos hecho con Cabaret.
El hecho de sentarte en un club, tener a los músicos al lado, ver pasar a los personajes, escucharlos cantar a pocos centímetros… es lo más inmersivo y emocionalmente potente que se puede vivir dentro de esta historia.
De teatro a club: detalles de la transformación
Si bien la transformación del Teatro Albéniz ha sido uno de los mayores retos de la producción, está claro que no ha sido el único. La remodelación completa de la planta del teatro ha implicado el desmontaje de todo el patio de butacas original y la reconstrucción del espacio en una escalinata con tarimas, manteniendo la inclinación y sosteniendo sets eléctricos, mesas, sillas, lámparas, moqueta… todo con el objetivo de recrear el nuevo ambiente del club.
Intentamos que la inclinación del antiguo patio de butacas se viera reflejada en la nueva disposición. Se genera una especie de “bache” entre ambas zonas, y a partir de ahí, vuelve a surgir todo. Hablamos de más de cuatrocientas sillas, un auténtico mar de sillas y mesas con lámparas, teléfonos, mobiliario al estilo Bonnet… Diseñar esa continuidad, diluir la barrera y borrar la desembocadura para que todo sea escenario ha sido una de las partes más complejas. —comenta Felype de Lima.
Pero, ¿qué ha marcado en todo momento el diseño del espacio y la escenografía? El formato inmersivo, sin duda. A nivel técnico ha sido un desafío no solo la construcción, sino también el acabado de los detalles. El público podrá ver —y juzgar— muy de cerca el vestuario, los colores, el sonido, las luces. En este sentido, el musical está siendo una aventura para los diseñadores, acostumbrados a trabajar con varas, calles, sonido y luz convencionales. La presencia del público dentro del espacio ha exigido camuflar o integrar el equipo técnico en el decorado.
Una escenografía, múltiples ambientes
Esta nueva versión llega, además, con una escenografía única —otro elemento que rompe con el musical tradicional—, construida no solamente con objetos, sino también con atmósferas. Durante el show, es mediante carteles y otros elementos que se sugiere el paso a los diferentes espacios: el Kit Kat Klub, la pensión, la frutería… Todo marcado con una ambigüedad deliberada, el espectador nunca tiene claro si está dentro o fuera y, en este sentido, cada uno elige su nivel de inmersión. Estos cambios de ambiente a lo largo de la obra tienen una funcionalidad clara: estar al servicio de la historia y del gran final:
El final debe ser de «¿qué ha pasado aquí?». El cambio escenográfico es brutal. Y hay un elemento que potencia todo esto: el diseño de iluminación de Valerio Tiberi. La forma en la que cambia el espacio a través de la luz, la arquitectura lumínica, es impresionante.
Un recorrido sensorial
La escenografía es tan envolvente como la historia en sí. En Cabaret, se convierte en un dispositivo emocional: su función no es solo situar al espectador en un espacio físico, sino también colocarlo en un estado mental. Desde el primer paso dentro del teatro —o mejor dicho, del club—, se activa una narrativa sensorial.
El espectador enseguida se encuentra rodeado de estímulos que se activan desde la entrada y el transcurso del preshow: la cercanía de los actores, la maestría de la iluminación y el sonido, las texturas y los efectos, el rojo del suelo, los telones, el mobiliario. Esa saturación sensorial genera una alerta emocional. De espectador de teatro a cliente del Kit Kat Klub.
Queremos que el público entre y diga «¡wow!». Ese efecto de shock visual desde el primer segundo, con una escenografía completamente roja —suelos, sillas, telones— y una disposición concéntrica que lleva la mirada a un punto central: una mesa donde se sentarán personas que vivirán el espectáculo a centímetros de los artistas.
El diseño del espacio, en este Cabaret, funciona casi como un estado de ánimo. Oscila entre la euforia del show y la amenaza latente de lo que está por venir. Esa tensión se construye desde lo escenográfico, con un nuevo giro de lo inmersivo: no solo en lo espacial, sino también en lo emocional. Y es precisamente ese matiz —un golpe sensorial y simbólico— el que invita a reflexionar sobre el contexto social y político actual.
Por La Pluma de LETSGO, Claudia Pérez Carbonell, a 5 de agosto de 2025