El hogar como verdadera fantasía en El Mago de Oz

Un viaje emocional entre identidad, pertenencia y memoria

 

 

Cuando Dorothy es arrancada de su hogar en El Mago de Oz, comienza un viaje que va más allá de la aventura: es un ciclo evolutivo que refleja nuestra relación con el hogar a lo largo de la vida. En su búsqueda de una «vida mejor», Dorothy recorre caminos, enfrenta desafíos y conoce compañeros de viaje, pero es justamente ese trayecto el que incide directamente en su comprensión de lo que realmente importa: el hogar no es solo un lugar físico, sino un espacio seguro, identitario y lleno de significado. Al final, su expresión «No hay lugar como el hogar» sintetiza una conciencia adquirida a través de la experiencia y del descubrimiento.

Desde la psicología y la sociología, el hogar se percibe de manera similar: más que paredes o muebles, es un espacio emocional enmarcado por personas significativas y por los objetos que forman parte de nuestra memoria y nuestra infancia. Es allí donde se construye la sensación de pertenencia, se estimula la creatividad y se forjan recuerdos que dan continuidad a nuestra identidad. Estudios muestran que los entornos percibidos como seguros fomentan la curiosidad y la exploración en la infancia, y en la adultez contribuyen al bienestar emocional y la resiliencia.

Sin embargo, esa percepción del hogar no es estática. A lo largo de la vida, la idea de «casa» se transforma: deja de ser exclusivamente el lugar de la infancia para convertirse en una construcción más flexible, marcada por experiencias, vínculos y elecciones personales. En la adultez, el hogar puede ser una persona, una rutina, una ciudad o incluso una sensación de estabilidad más que un espacio concreto. Esta evolución explica por qué la noción de hogar está tan vinculada a la experiencia y a la memoria, y por qué su significado se redefine constantemente.

De esta percepción surgen también construcciones sociales como la Navidad, cuyo discurso gira en torno a los valores de la familia, la cercanía y la transmisión de tradiciones. La magia de estas fechas se entiende, en gran parte, como la revalorización de un espacio que evoluciona con nosotros: los objetos cambian, los rituales se modifican, los miembros de la familia crecen y aparecen nuevas dinámicas, pero el hogar sigue siendo el escenario central donde se experimenta afecto, seguridad y creatividad.

Conviene, sin embargo, no idealizar el concepto de hogar. No todos los espacios familiares son seguros ni todas las infancias están marcadas por la estabilidad. Precisamente por eso, la fantasía cumple también una función compensatoria: permite imaginar, proyectar y, en muchos casos, reconstruir una idea de hogar cuando la experiencia real no ha sido suficiente. En este sentido, El Mago de Oz no solo celebra el regreso, sino la necesidad de redefinir qué entendemos por casa y por pertenencia.

El factor experiencial es, por tanto, clave: como Dorothy, necesitamos atravesar caminos y aprender a valorar lo que tenemos para reconocer que la verdadera magia reside en aquello que cada uno entiende como su hogar. Los viajes, reales o imaginarios, nos permiten redescubrir la importancia de lo cercano y cotidiano, transformando lo ordinario en extraordinario. Por eso, la Navidad puede ser un momento ideal para reconectar con ese hogar como espacio de fantasía, donde cada gesto, cada ritual y cada objeto cuenta una historia que nos pertenece y nos define.

Estas navidades, en Bilbao, el musical de El Mago de Oz ofrece una oportunidad de vivir esta reflexión en primera persona: recrea la sensación de hogar-fantástico, la combinación de familiaridad y asombro que Dorothy descubre en su viaje, y nos recuerda que la fantasía no siempre exige partir; a veces, solo mirar con atención lo que ya nos rodea.

Porque, como concluye Dorothy: «Realmente no hay lugar como el hogar».

 

Por La Pluma de LETSGO, Claudia Pérez Carbonell, a 22 de diciembre de 2025

 

 

 

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